Ante la pregunta ¿Qué tipo de personas deberían enseñar danza? una respuesta interesante sería algo así como… Aquel maestro que tenga la sensibilidad, el interés de acercarse al mundo interior de su alumno y sea capaz de interpretarlo para ayudarle a mejorar.
En el caso de los niños, me parece súper importante combinar la parte escénica con la lúdica. Se ha demostrado que mediante el juego, los niños, además de interactuar con sus iguales, aprender a identificarse y reconocerse a sí mismos, por ello forma una parte imprescindible durante su desarrollo emocional.
Así pues, el profesor debe estructurarse el tiempo de la clase para poder trabajar por una parte aspectos técnicos y corporales con el fin de que los alumnos aprendan y capten nuevos movimientos, los ejecuten y reciban un feedback de cómo lo han hecho. Y por otra parte, prestarles ese espacio de lúdica para que se desarrollen como personas y disfruten aprendiendo.
Otro aspecto interesante es el trabajo que hace el profesor por mantener a un grupo cohesionado. Cuando esto ocurre, el grupo lucha por conseguir sus objetivos, y además uno se acaba preocupando igual por la consecución de los objetivos de un compañero así como los de uno mismo. Y además, se genera un ambiente de trabajo óptimo para desarrollar habilidades artísticas.
No podemos olvidarnos de la motivación (la traducción del latín es “lo que causa el movimiento”). Es decir, aquello que me impulsa a hacer lo que hago. Mantener al grupo motivado es importantísimo para lograr objetivos. Aquí nos referimos a la motivación extrínseca (aquella que recibimos de nuestro entorno, como por ejemplo un comentario del profesor hacia un alumno acerca de lo bien que le sale un ejercicio). Cuando el nivel de motivación se mantiene estable, se generan sensaciones muy positivas. Por ejemplo, ante una competición o exhibición, si el profesor mantiene motivados a sus alumnos, estos desearán que llegue ese día para poder exponer su trabajo artístico al mundo. Y esto, como muchas otras cosas, se convierte en algo cíclico. Si un profesor mantiene motivados a sus alumnos éstos asistirán a clase con muchas ganas y como consecuencia, él mismo notará que también tiene ganas de compartir ese tiempo en clase. ¿Y qué provocará esto? Pues que existirá más probabilidad de que al profesor le surjan más ideas creativas para coreografías y disfrutará en ese espacio. Lo que a su vez retroalimenta la energía del grupo y a consecuencia de ello, la motivación.
Por otra parte, también es importante que el docente muestre apoyo y esté abierto a ayudar a sus alumnos. Como bien sabemos, un artista trabaja con sus emociones y tiene días buenos y malos como todo el mundo. La clave es enseñar a sus alumnos a gestionar sus emociones, a tolerar la frustración o a veces simplemente “estar” con ellos, esto generará mayor seguridad y sensación de protección.
Por último, los profesores deben ser conscientes de que acaban convirtiéndose en modelos a seguir para sus alumnos (en cualquier disciplina que conozcamos). Por lo que deben predicar con el ejemplo y actuar en función de sus valores. Al pasar tantas horas juntos, las opiniones, los comportamientos, los juicios, etc., se acaban transmitiendo, por lo que hay que ser cautelosos y tener conciencia de que un profesor forma parte siempre de la educación de los demás (niños y adultos). Así que, intentemos transmitir valores positivos, ya que mediante la danza ya hemos visto que pueden desarrollarse muchísimos!
Compartir la danza entre alumnos y profesores es una gran experiencia que enriquece a ambas partes así que… os animo a todos a que sigamos promoviendo este tipo de actividades y sobre todo… ¡disfrutemos haciendo lo que más nos gusta!