Ves lo que esperas ver”. J.K. Rowling
Antes de nada, me gustaría contaros de donde viene esto del efecto pigmalión y la historia de su creador, a modo de dato curioso. Esta historia parte de la mitología Griega. Pigmalión era un escultor que acabó enamorándose de una de sus obras llamada Galatea. Se dice que la quiso tanto que ésta acabó convirtiéndose en una mujer de carne y hueso.
A mí que me encantan las películas Disney, recuerdo por ejemplo que Pinocho, un muñeco de madera, cobra vida por el amor que le da Gepeto.
¿Cómo se descubrió el Efecto Pigmalión?
El efecto Pigmalión (que también podemos llamarlo profecía autocumplida) hace referencia al poder que las personas otorgamos a las expectativas (tanto la que nos hacemos sobre nosotros mismos como las que hacen otras personas acerca de lo que esperan de nosotros). Este efecto fue descubierto por el psicólogo Robert Rosenthal con la ayuda de Jacobson en los años 60. Se dedicaron a estudiar en un colegio californiano el poder que las expectativas de los profesores influyen en el rendimiento de los estudiantes. Administraron una prueba de inteligencia a más de 300 alumnos y al terminar se inventaron unos resultados (cogiendo a 60 alumnos al azar) diciendo que éstos eran los más inteligentes y que esperaban mucho de ellos. Al final de ese curso realizaron de nuevo la misma prueba y curiosamente aquellos alumnos a los que nombraron “los más inteligentes” sacaron mejores resultados. ¿Y eso por qué…?
¿Por qué se produce?
Pues bien, las expectativas de los profesores respecto a sus alumnos condicionaban su comportamiento. Es decir, mantenían más contacto ocular, les sonreían, les reforzaban con más frecuencia… lo que afectaba de manera positiva en los niños.
Pero… las expectativas también pueden cumplir una función negativa. Sobre todo cuando éstas no van acorde a nuestra realidad. ¿No os ha pasado alguna vez que por ejemplo esperáis sacar muy buena nota en un examen o agradar en una entrevista de trabajo y después eso no se cumple? O en el caso de los bailarines, pensar:“hoy me van a salir todas las piruetas o me va a salir genial toda la coreografía que me enseñe mi profesor”. Si al final de la clase me ha salido como yo esperaba genial pero ¿y si no es así? podemos sentirnos frustrados o angustiados…
¿Cómo afecta a los bailarines?
Como seres humanos tenemos una falsa sensación de control sobre el entorno que nos rodea pero existen aspectos que no podemos controlar como por ejemplo el cansancio físico o mental, estado de animo producido por una discusión con alguien cercano, el hambre o simplemente que ese día mi cuerpo o mi mente no responde al intentar asimilar los movimientos y los pasos que marca el coreógrafo como a mi me gustaría.
¿No te ha pasado nunca que las piruetas que te salían el día anterior a la perfección, de repente un día no te salen? Esto pasa y mucho. Los bailarines somo seres extremadamente exigentes con nosotros mismos y esto puede jugarnos una mala pasada.
¿Cómo enfrentarnos a ello?
Una de las mejores cosas que podemos hacer es un balance entre lo que esperamos que suceda y la realidad. En ese caso, es importante detectar por qué ese día no me salen las cosas sin llegar a frustrarnos, respirar y sobre todo no imponernos creencias que nos limitan (“si no me sale la coreografía no gustaré al público o no me cogerán en un casting”). Así que lo ideal es ponernos expectativas que podamos alcanzar y cambiar el lenguaje que usamos hacia nosotros mismos (porque puede ser nuestro mejor amigo o todo lo contrario). De esa manera mejoraremos nuestra autoestima y auto confianza.
¿Qué pensáis vosotros sobre este efecto? ¿Creéis que las expectativas que nuestro entorno tiene sobre nosotros influyen sobre nuestras conductas y resultados?
Hay dos formas de encontrar la felicidad: mejorar tu realidad o bajar tus expectativas. Jodi Picoult.